domingo, 10 de febrero de 2008

La bailarina

La extensión de un texto siempre es finito, aunque la historia que narren no lo sea. La historia que estoy por contarles aún no ha terminado, se repite cada noche hasta que pase lo impensable. El final de esta historia requiere de deliberación, de que alguien decida cortar un ciclo que se repite todas las noches y que cargue con el peso de su decisión. Y de tal peso en la conciencia no se salva uno, pues incluso si se decide no cortar tal ciclo, la conciencia vuelve recriminar.
Maldita conciencia, bendita en tu origen, maldita por tu fin.
Nadie sabe algo de ella. Su pasado se esconde entre el miedo, los rumores y el tiempo. Incluso existe gente que afirma que siempre ha sido así, que no tiene pasado, que no existe explicación para su aparición... simplemente apareció.
En el salón número 8 de la Escuela Nacional de Danza, todas las noches, aparece el fantasma de una hermosa bailarina. Al parecer, en vida fue una gran bailarina, de gran renombre (que hoy se ha perdido). Según se dice fue elegida para interpretar ante su Majestad (nadie sabe ante cual), una pieza de balet que se consideraba imposible. Miles de bailarinas europeas y americanas habían fracasado en su intento, hasta que ella lo logro.
Se provoco una gran expectación cuando esto se supo en Europa, tanta que el mismo rey (cual y de donde nadie fue capaz de decirme) pidió que bailara para él y su esposa. Pero la bailarina se lastimo una de sus piernas, por lo que ya no bailo. Una señora me dijo que en Europa se dijo que todo había sido una farsa. En cualquier caso, se dice que nunca su pierna curo, por lo que nunca volvió pudo realizar tal paso.
No existe forma de saber si esta es su verdadera historia, pero al menos parece congruente, ya que el fantasma todas las noches baila una pieza, según los testigos, de maravillosa dificultad. Nadie fue capaz de decirme que pieza, y las descripciones de la misma variaban mucho.
Sabía que tenía que ir a verla bailar, pero el miedo de disuadía todas las noches y terminaba diciendo "Ya iré mañana".
Así pasaron los días, que dieron paso a las semanas y a los meses. Hasta que un buen día, con vodka en la sangre, decidí ir al salón 8 de la Escuela Nacional de Danza. Llegue un poco antes de que anocheciera, y fui a esconderme hasta atrás del salón. Cuando dieron las diez de la noche, a la mitad del escenario apareció bailando la fantasma.
Verla bailar causaba sentimientos, emociones y pasiones contradictorias en mi alma. Era la mujer más bella que jamás hubiera visto; sus grandes ojos estaban cargados de significado, labios que invitaban a besarla y rasgos finos. Su pelo pelirrojo contrastaba con su blanco fantasmal. Era delgada, parecía haber sido hecha a mano, con un cuerpo perfecto. Era tanto sensual como delicada. !Caray¡ era tan delicada que parecía ser de porcelana. Quería tomarla, pero temía romperla.
Además su baile era perfecto, sublime. Cada movimiento, de cada parte de su cuerpo era como debía ser. No sólo era que los pasos fueran maravillosos, sino que su forma de realizarlos le daban otra dimensión al balet.
Así como era sublime, era aterrador. No me pregunten el porque, pero ese baile era lo más aterrador que nadie hubiera visto. Parecía como si el mismo diablo se me hubiera aparecido o como si mis miedos se hubieran trasformado en una blanca bailarina. No lo pude resistir y salí corriendo de ese lugar.
Me tomo el doble de vodka que el día anterior regresar la noche siguiente. La mujer era la misma, su belleza sin cambios y el baile eran tan sublime y terrorífico como el último. Intente controlar mi miedo, y aunque ví más, termine huyendo como antes. Todos los días regresaba, todos los días la veía bailar, cada noche resistía más que la anterior y todas las noches terminaba huyendo.
Tarde tres semanas en ver el baile completo. La noche en que lo logre estaba lleno de éxtasis, ni la más salvaje pareja me había causado tanto éxtasis como ese baile, era tal mi admiración que no podía moverme, intente aplaudir pero no pude. Pasaron algunos segundos después de que el baile acabo cuando la fantasma grito "silencio, otra vez mal" y desapareció.
Ese día no me aleje del Centro Nacional de las Artes, esperando con ansia la noche. Pase el día entero intentando descifrar que había querido decir justo antes de desaparecer. No tenía sentido.
El baile de esa noche fue igual al anterior, pero otra vez la fantasma grito "silencio, otra vez mal" y desapareció antes que pudiera aplaudirle. ¿Qué significaba eso? Le pregunte a distintos bailarines de la Escuela Nacional de Danza pero los que no me tiraban de loco no daban grandes respuestas. Decidí entrar a las clases como oyente para ver si algo ayudaba a resolver mi duda.
Cada noche regresaba a verla bailar, y cada noche desaparecía, después de su típico grito, antes de los aplausos. Un día decidí sentarme en otro lugar para verla bailar. Ya no me escondería hasta atrás sino que me sentaría en la primera fila. Lo que uno sentía al verla bailar hasta atrás se multiplico al verla en primera fila. Ella estaba tan concentrada que no noto mi presencia. Todo fue como todas los noches, excepto que me di cuenta de algo. Al acabar su baile pude ver la expresión de su rostro. Primero era de gran expectación que inmediatamente mutaba en decepción al tiempo que daba su grito.
Al fin lo había entendido. Ese día oí a una vieja maestra de danza decirle a su clase, que no existe mayor prueba de haber bailado bien que el sincero clap clap de los aplausos. !Eso era¡ Ella esperaba oír que alguien le aplaudiera. Todas las noches bailaba esperando hacerlo perfectamente; y cada noche se sentía fracasada pues nadie le aplaudía; y así se veía obligada a regresar la noche posterior, a ver si lo hacía lo suficientemente bien como para recibir los aplausos.
Lo más trágico es que nadie le iba a aplaudir pues era tan aterradora que nadie podía verla bailar sin salir corriendo, huyendo lleno de terror. Justo cuando me di cuenta de esto, sentí gran lástima por ella. Estaba atrapada en su mismo terror; nunca se daría cuenta de lo bien que bailaba pues espantaba a su público, no por su baile sino por ser fantasma.
Desde entones he regresado, sentándome en distintos lugares, todas las noches, he aprendido de memoria sus movimientos, y cada noche siento una necesidad de aplaudir y liberarla de su maldición. Pero cuando alzo los brazos y estoy por juntar las manos, me doy cuenta que de hacerlo ya no la volveré a ver, y ya no puedo imaginarme una vida sin verla bailar…